Varios años atrás quedé impactada con un video que circulaba por las redes. No recuerdo el país, no recuerdo el nombre de la aldea, no recuerdo el lenguaje. Lo que sí recuerdo es la emoción de los allí presentes al recibir el primer cargamento de Biblias traducidas en su propia lengua. Hubo celebración, canto, alegría y llanto. Uno de los líderes oraba, dándole gracias a Dios por la provisión que había hecho. Ahora podrían leer la Biblia entera.
¿Cuántas Biblias tengo en mi casa? ¿La leí hoy? ¿La leí ayer? Fueron los primeros pensamientos que corrieron por mi mente al ver las imágenes antes descritas. En Puerto Rico, y muchos otros países del mundo, tenemos la posibilidad de contar con múltiples Biblias. Diferentes traducciones, versiones y tamaños de letra. A esto le sumamos nuestro acceso a aplicaciones móviles y al internet, los cuales ofrecen la oportunidad de leer y estudiar el texto bíblico desde cualquier lugar. Esta disponibilidad hace que olvidemos que hay muchas personas que no tienen una Biblia. Olvidamos que es un privilegio y no un derecho concedido a todos por igual. Se nos olvida que en un principio la Biblia era solo para unos pocos y que gracias al trabajo y la lucha de hombres y mujeres es que tú y yo tenemos la misma.
Recordemos nuestro privilegio y atesoremos la oportunidad de tener la Biblia en nuestra lengua. No desaprovechemos las oportunidades para leerla, para estudiarla en la intimidad, pero también en comunidad. No dejemos que la abundancia mengue en nosotros el hambre por conocer lo que Dios tiene que decirle, a través de la Biblia, a la humanidad.
¿Cuántas Biblias tienes en tu casa? ¿La leíste hoy?
Por: Verónica Cotto Santa
Ministra Ejecutiva Asociada
Programa de Educación Cristiana y
Fortalecimiento de Liderazgo
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